Levanta tu mano, y desarrolla la capacidad de decir que situaciones te incomodan

Anécdota.

Hace un tiempo comencé a trabajar en una empresa con mucha trayectoria en la ciudad donde vivo. Llegar allí fue un regalo de la vida.

Pasé el periodo de prueba y fui conociendo la organización. Encontré que mi rol era relativamente nuevo, y había mucha expectativa.

Me sorprendió ver que una cosa era lo que mi jefe me pedía lograr, y otra muy diferente lo que firmé en el contrato; adicionalmente, cada nueva asignación requería validación tras validación, y no era tan simple como mi jefe lo pintaba. Una cosa era lo que le decían a mi jefe, y otra muy distinta era la realidad. Eso implicaba que, lo que para mi jefe podría tomarse 15 minutos, en la realidad requería dos o tres semanas, y cada vez se volvía más recurrente. En los foros donde nos encontrábamos todo el equipo, hablábamos de los avances, y el reporte que yo daba no era alentador; sentía que lo que hacía no valía la pena y comencé a buscar otras oportunidades de empleo en varias páginas de internet.

Un día me encontré con Marcela y le conté esta historia. Ella me dijo que hacía parte de liderarse.org y me escuchó porque le pedí orientación. Me recomendó varias cosas e hice siguiente:

  • Escribí de manera corta las tareas y retos asignados por mi jefe.

  • En cada tarea o reto, listé lo que debía hacer; paso por paso.

  • Con eso, identifiqué cuantas tareas y retos tenía, y la cantidad de acciones que eso implicaba; adicionalmente, escribí el estado actual de cada una de ellas; si había iniciado, si estaba en proceso. Traté de determinar el porcentaje de avance y escribí una observación de cada reto.

  • Cité a mi jefe a una reunión y le pedí acompañamiento porque posiblemente estaba haciendo cosas que no debía hacer, y no aportaban valor para el cumplimiento de los objetivos.

En la conversación mencioné la cantidad de tareas asignadas, y las acciones que debía hacer bajo mi perspectiva para lograrlo; le pedí a mi jefe que me ayudará a identificar cual de ellas no generaba valor para eliminarlas, y hubo muy buena conexión; con esto logré que mi jefe dimensionara cada requerimiento y me ayudó a priorizarlas. También pedí su ayuda para abordar situaciones donde la comunicación no era clara; como les decía, a mi jefe le decían una cosa y a mi otra; así que definimos hacer encuentros de quince minutos todos los involucrados para validar avances y buscar cómo ayudarnos unos a los otros para alcanzar la meta.

Se los aseguro, me costó mucho vencer el miedo.

Aprendí que hay que levantar la mano; que no debo rendirme, y que una conversación con tacto y con sentido siempre será importante para tener tranquilidad, bajarle a las emociones, y volver a sentir gusto por mi empleo. Ya no estoy buscando, ja.